El primer autor invitado a publicar en este blog, el escritor mexicano Margarito Palacios Maldonado (*), nos brinda una perspectiva muy interesante acerca de la creación teatral indígena en la época de la pre-conquista, buscando caracterizarla en sus raíces idiosincráticas y en sus relaciones con la tradición del teatro europeo.
Resumen
En este artículo, se afirma la existencia de un teatro en Mesoamérica, caracterizado por el uso de todas las manifestaciones estéticas que desarrollaron, en su contexto espacio-temporal, los diferentes pueblos originarios. Se trató de un teatro religioso y profano, que cultivó diversos géneros, según la temática abordada, los instrumentos musicales usados y las danzas que se ejecutaban; aunque sus actores eran dioses, héroes y gentes importantes, el pueblo participaba activamente como principal destinatario de los mensajes, que tenían por objeto fortalecer su identidad cultural, fortalecer sus convicciones ideológicas y propiciar su diversión y entretenimiento. A partir de la historia y la terminología del teatro europeo, se compara el origen de las manifestaciones teatrales y se identifican los elementos de las artes escénicas que estuvieron presentes en el teatro mesoamericano.
Introducción
Introducción
El teatro, como suma de las diversas manifestaciones estéticas que desarrollan los pueblos, adquiere características distintivas según el tiempo y el lugar de sus creadores. Al referirnos al teatro mesoamericano, es decir, el conjunto de manifestaciones estéticas de los pueblos originarios de esta región del continente americano hasta antes del siglo XVI, cabe hacer los siguientes cuestionamientos: ¿Qué tipo de teatro hubo en Mesoamerica? ¿Qué géneros cultivaba? ¿Cuáles eran sus elementos estéticos? ¿Quiénes lo hacían y a quiénes iba dirigido? ¿Con qué objetivos se hacía teatro?
El objetivo de este artículo, síntesis de mi tesis de licenciatura, es mostrar el teatro mesoamericano a través de las diversas manifestaciones estéticas que concibieron, en su contexto espacio-temporal, los pueblos mesoamericanos antes del siglo XVI. Mi hipótesis de trabajo afirma que el teatro mesoamericano se caracterizó por el uso de diversas formas de expresión estética, conforme a las características espacio-temporales de sus culturas. Es decir, no se puede hablar de una forma única y homogénea de hacer teatro; ya que éste mostró características muy distintas entre un pueblo y otro, y también fue cambiando a lo largo del tiempo (Fig. 1).
Figura 1. Determinantes del concepto de arte dramático o teatro.
Luego entonces, puede decirse que el arte dramático, como concepto o idea mental, está determinado por el lugar, el tiempo y la sociedad que lo desarrolla. Así como el teatro cambió de Grecia a Italia, al asumir ésta la hegemonía política y económica en el Mediterráneo, también fue distinto en la cultura olmeca, en la costa del golfo de México, respecto al desarrollado en Teotihuacan y otras grandes urbes del altiplano central (Fig. 2).
Figura 2. Interacción entre ideas de hombre, mundo y dios y contexto histórico, social y cultural.
Los puntos de partida de mi argumentación pretenden evitar aseveraciones dogmáticas o absolutas respecto a lo que se debe considerar arte, artes escénicas y teatro; ya que siempre habrá que tomar en cuenta el contexto histórico, social y cultural en el que se inscriben los mitos y leyendas religiosas, las posturas filosóficas respecto a la vida en sociedad y las justificaciones ideológicas del poder económico, político y militar; aspectos que están presentes en las manifestaciones teatrales que desarrollan los pueblos. Estos puntos de partida son los siguientes:
1. Los conceptos de hombre, mundo y dios determinan el contexto histórico, social y cultural de cada pueblo.
2. Ninguna cultura es homogénea, por la diversidad de personas (“cada cabeza es un mundo [mítico, filosófico e ideológico]”), grupos e intereses.
3. Los vestigios actuales del teatro mesoamericano son una pálida sombra de lo que fue en sus momentos de esplendor. Aun así, vale la pena conocerlos para valorar su legado.
4. Las dicotomías sagrado-profano, rito-drama, religión-arte son inexistentes.
A más de cinco siglos de distancia, los vestigios actuales de lo que fue el teatro en Mesoamérica (que sobreviven gracias a la tradición oral que se transmite de generación en generación, tanto en poblaciones indígenas como en las mestizas, que se representan en sus festividades profanas y religiosas), son un pálido reflejo de los grandes espectáculos descritos por los conquistadores, primeros cronistas del encuentro de dos mundos, y que luego refieren también los frailes investigadores, como Sahagún, a partir de los testimonios recogidos entre sus informantes autóctonos.
Por lo anterior, para aproximarnos a las manifestaciones del teatro mesoamericano, como lo afirma Paul Westheim (1981):
"El único medio […] es la capacidad de vivencia. El contexto en que se inscribe el teatro mesoamericano es el de una cultura que expresa el dinamismo del universo a través de sus mitos. Por el mito, todo lo que es y todo lo que acaece cobra un sentido. Consecuentemente, el teatro en particular y el arte en general, van a expresar un realismo referido al mito. Su arte será, pues, un realismo mítico".
Marco conceptual
Para entender el origen y las manifestaciones teatrales mesoamericanas, cuya naturaleza estética está inscrita en el ámbito religioso-militar como eje del poder político, es necesario recurrir a tres conceptos muy relacionados: mito, ritual, artes escénicas (canto, música, danza, gesto).
El mito es una historia sagrada que relata acontecimientos relativos a los tiempos fabulosos de los comienzos y gracias a los cuales una realidad ha venido a la existencia. (M. Eliade, 1981) A través de sus rituales, revela modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas. El ritual religioso deviene en ritual profano cuando el mito pierde su funcionalidad.
El ritual es la representación de un mito, cuyo ceremonial se va enriqueciendo con diversas manifestaciones artísticas (arquitectura, decorado, música, danza, canto, expresión corporal, etc.), conforme al desarrollo cultural de la comunidad que lo realiza.
Sociológicamente, Jean Duvignaud (1980) afirma que la estética teatral es una forma de interrogar al mundo y a la sociedad. En la práctica social del teatro, la estética teatral se convierte en una acción que sintetiza la vida individual y colectiva, pero es una acción diferida (Fig. 3).
Figura 3. Derivación de las ceremonias.
A través del ritual, el pueblo participa en los grandes acontecimientos religiosos de la nación (el juego de pelota en Mesoamérica).
Por su parte, el término drama, entendido como la conjunción de diversas manifestaciones estéticas con un propósito artístico, es un ritual en el que el mito ha perdido su funcionalidad religiosa para dar lugar a la autocrítica. En el drama teatral, la actuación inconsciente del sacerdote y el coro, propia del ritual, se vuelve actuación consciente en el drama teatral.
Evolución del teatro europeo
Para conceptualizar en forma comparativa el teatro mesoamericano, es necesario revisar brevemente la evolución del teatro en Europa, especialmente el griego y el medieval (María Andueza, 1979). Aristóteles, a través de su Arte poética, además de una definición muy precisa de la tragedia, nos describe los seis principales elementos que están presentes en una representación teatral (Fig. 4).
Figura 4. Elementos del drama griego (adaptado de Andueza, 1979).
Para fortuna nuestra, muchas obras del teatro griego llegaron a nosotros y sabemos los nombres de sus principales exponentes (Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes). Incluso, analizando sus obras, es posible identificar las innovaciones que cada autor fue introduciendo a la dramaturgia y al espectáculo escénico; de tal suerte que pueden identificarse diversas etapas evolutivas del teatro griego a lo largo de los siglos V y IV a. C.
El teatro medieval en España también fue cambiando en el tiempo. Desde los tropos o cantos de textos litúrgicos dialogados, pasando por los misterios y moralidades populares, que tuvieron amplia influencia en el teatro popular, hasta las primeras pastorelas de Diego Gómez Manrique, como la titulada El nacimiento de nuestro Señor, los elementos estéticos y los recursos escénicos se van enriqueciendo para dar a luz, ya en el siglo XVI, a los grandes dramaturgos de los siglos de oro, como Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca.
Encuentro (conquista)
Desde luego, los misioneros llegados a Mesoamérica no alcanzaron a ver el desarrollo del teatro español de los siglos de oro y no podían trazar paralelismos entre aquél y las artes escénicas que presenciaban en Mesoamérica.
Conforme al esquema interpretativo propuesto, podemos afirmar que la literatura de cada pueblo está determinada por su lengua, organización social, pasado histórico, cosmología y religión. Por medio de la literatura, la gente de ese pueblo expresa sus emociones, pasiones, dolores y anhelos. En el caso de los pueblos mesoamericanos, a la creación poética se le asociaba la música y el baile, de tal manera que adquiría la apariencia de espectáculo colectivo (Fig. 5).
Figura 5. Elementos estéticos de las literaturas.
La estética es una teoría de la sensibilidad artística que requiere complementarse con el contexto histórico (Susanne K. Langer, 1967). Por lo tanto, es necesario reconstruir las motivaciones y tener presente los conceptos que se manejaban cotidianamente, aun cuando no sea en forma consciente. En el caso del teatro mesoamericano, estos conceptos son: universo mítico, religión de Estado, arte auspiciado por el Estado y para el Estado etc. Así lo afirma uno de los estudiosos de la estética mesoamericana:
“El arte en un complejo de intereses vitales y mortales puestos en un cierto orden cargado de intenciones por el artista para crear un efecto atractivo, emocionante, y revelador de aquellos intereses”. (Justino Fernández, 1972).
El teatro mesoamericano responde a la temática de un universo mítico, una religión de Estado y una clase dirigente que paga para que se produzca dicho arte.
El problema de las fuentes históricas
Para identificar los elementos estéticos que conformaron el teatro en Mesoamérica, es necesario recurrir a las fuentes españolas y a las indígenas, y tomar en consideración el contexto en que se escribieron los relatos. Primeramente, se puede advertir que los españoles escribieron con una idea de superioridad cultural y con una doble consigna: implantar la religión cristiana y erradicar los ritos paganos, la mayoría de los cuales vieron como extraños y exóticos, si no es que como diabólicos, en algunos casos.
Las fuentes indígenas, por su parte, también tenían limitaciones para expresarse en su propio idioma. La mayoría de los documentos fueron quemados y, frente a los frailes cronistas, que intentaron rescatar sus tradiciones, no siempre compartían lo más íntimo de sus culturas, por lo que muchos de sus conocimientos se los llevaron a la tumba.
El contexto en que se escribieron las crónicas fue de confrontación. La convivencia entre los frailes y los indígenas no está exenta de desconfianza y desconocimiento mutuo, a pesar de los esfuerzos por aprender la lengua del otro. Como no es su lengua nativa, no pueden penetrar en la complejidad de los espectáculos y captar su esencia; aunque sí advierten (y la aprovechan) la gran devoción religiosa de los indígenas. La actitud persecutoria no les permite ser objetivos. Los indígenas, por su parte, todo lo confiaban a la memoria (de ahí la fortaleza de su tradición oral). Pero, como la mayor parte de sus espectáculos pertenecían a las clases gobernantes, el pueblo ignoraba los elementos estéticos inherentes al llamado in xóchitl in cuícatl. Y, como la mayor parte de los espectáculos eran de carácter religioso y político, eran hechos por y para las clases dominantes. De ahí la dificultad de separar los conceptos sagrado-profano.
En general, todas las fuentes históricas asignan una función pragmática al arte y a la religión de los pueblos mesoamericanos (impulso imperialista); por lo que el arte, el artista y la función social de ambos eran eminentemente ideológicos, pragmáticos. La cultura mexica, durante su hegemonía, va aglutinando las formas culturales de los pueblos vencidos, así como va coleccionando los dioses tutelares de cada pueblo conquistado.
La poética mesoamericana
La poética mesoamericana está conformada por tres elementos: palabra, música y danza. La palabra es la piedra de toque en la estética mesoamericana, viene a ser el elemento principal, síntesis de toda la producción artística.
Con respecto a la música, llama la atención la ausencia de instrumentos de cuerda. Abundante en instrumentos de percusión y de viento, la música prehispánica se apoyaba mucho en la voz humana, aun cuando el ejercicio de la danza, que exige una gran condición física, demanda también un gran aliento por parte del artista escénico.
Existen especulaciones en torno a la notación musical, que pudo estar asociada incluso a la danza, así como a la diferenciación de géneros teatrales.
El espacio escénico
La teatralidad de la arquitectura mesoamericana puede observarse en las estructuras piramidales, construidas a partir de plataformas, paredes y taludes. Una estructura con una explícita funcionalidad teatral es el momoxtli, pequeña estructura piramidal construida en el centro de muchas plazas ceremoniales, en grandes ciudades como Teotihuacan y Tula. Los elementos esenciales del espacio escénico mesoamericano fueron pista, muro y plataforma elevada.
El artista
El artista en Mesoamérica estaba bien identificado, diferenciado y reconocido. El Tlayolteuhuiani, el que introduce la divinidad en las cosas con su corazón, tenía una función social muy importante: ser maestro de la palabra, ser portador de un corazón que tiene a dios. Su formación tenía una triple vertiente: la predestinación, la educación especializada y la disciplina personal. El cultivo de las artes formaba parte de la estructura de poder y funcionaba como sustento del mismo.
Géneros teatrales
Partiendo de la premisa consistente en la dificultad de definir la temática teatral a partir de una diferenciación radical de los conceptos sagrado/profano, autores como Sahagún distinguieron dos géneros escénicos: el macehualiztli y el netotiliztli. El primero se define como baile de penitencia o “merecimiento” y es caracterizado como religioso (tragedia). El segundo es un baile de regocijo y es caracterizado como profano (comedia).
Según Garibay y otros autores, la distinción de géneros teatrales se daba por los instrumentos que usaban:
- Por instrumentos: teponazcuícatl.
- Por danzas: cochcuícatl, cuatacuícatl, chalcáyotl.
- Por personajes: cihuacuícatl, cococuícatl, tochcococuícatl, ixcuecuechcuícatl.
- Por temas: teocuícatl, yaocuícatl, cuauhcuícatl, cuatezocuícatl, melahuacuícatl, icacocacuícatl, xochicuícatl, etc.
La producción dramática
Es de suponer, pues, que la producción teatral mesoamericana era muy diversa en cuanto a géneros y subgéneros, tanto sagrados como profanos (religiosos y sociales). Así puede inferirse de los manuscritos llamados Cantares mexicanos, cuyos aspectos formales y estilísticos apuntan a su representación, aunque se perciba cierta asimilación de los aspectos formales y estructurales de la dramática europea por parte de la cultura nahua.
Con base en los Cantares mexicanos, Horcasitas estableció una clasificación genérica de la producción teatral mesoamericana:
- Antiguas formas de representación en fiestas religiosas nahuas: himno dialogado entre Tláloc y personajes del coro.
- Varias formas de actuación cómica y de divertimento en el mundo náhuatl: bufón que representa varias aves.
- Escenificación de mitos y leyendas nahuas: diálogo cantado de la huida de Quetzalcóatl de Tula.
- Representación de temas relacionados con los problemas de la vida social y familiar: Comedia corta con seis personajes: dos alegradoras o mujeres de placer, la madre de una de ellas, dos alegradoras arrepentidas y un joven llamado Ahuícotl.
Un caso especial, en la producción dramática mesoamericana, es el Rabinal Achí, estudiado por René Acuña (1975).
Las representaciones
Las representaciones escénicas en los pueblos mesoamericanos seguían los ciclos míticos y legendarios del calendario ritual, ya que la mayoría de los pueblos eran sumamente religiosos. Sin embargo, también había manifestaciones de teatro popular en las festividades sociales, aun cuando algunas de ellas también tenían una importante carga religiosa. Los ámbitos profano-religiosos estaban mutuamente imbricados. Lo más destacado, en este aspecto, es que las representaciones escénicas siempre conjugaban diversas disciplinas artísticas, que expresaban los avances estéticos de su espacio y su tiempo (Fig. 6).
El espectador
Difícilmente podemos distinguir al espectador del teatro mesoamericano respecto del espectador del teatro actual. El problema estético-sociológico del teatro moderno, que busca integrar el espectador al drama, se planteó muy recientemente, a raíz de la teoría brechtiana del materialismo histórico en el teatro. El problema de la identificación actor-personaje en el drama mesoamericano está en la base de dos conceptos dicotómicos del drama universal: antiguo-moderno. Para el espectador del siglo XVI, el drama resulta ser un espacio más para la concreción del realismo mítico en Mesoamérica. Luego entonces, el triángulo de fuerzas teatrales (autor, actor espectador) está determinado por el contexto mítico-religioso del drama (Horcasitas, 1974).
Figura 6. Elementos de las representaciones teatrales mesoamericanas.
Continuidad en la Colonia
El teatro mesoamericano sobrevivió al choque político, militar e ideológico de la conquista a través de sus artistas y gracias a la fuerza de su tradición oral. A pesar de las fuertes prohibiciones de sus bailes, cantos e instrumentos musicales, el arte mesoamericano permeó a través del sincretismo religioso y la fusión estética de la arquitectura y las artes plásticas. El rompimiento con todo un pasado cultural, en las primeras generaciones de la época colonial, fue producto del enfrentamiento cultural. Sin embargo, la incorporación de elementos mesoamericanos (estructuras mentales, morales y artísticas), que vienen a nutrir las nuevas expresiones del arte mexicano, afirma aquel adagio de toda reforma: mueren las instituciones, pero sobreviven los hombres. En el caso de las literaturas mesoamericanas, podemos hablar de la sobrevivencia de métricas, estilísticas y poéticas, que adoptan las reglas europeas, mientras que éstas asimilan las antiguas formas y estructuras del arte y la arquitectura mesoamericanas.
Conclusiones
A partir de la terminología del teatro occidental, con más de 25 siglos de tradición e innovación cíclicas, he analizado diversas fuentes históricas sobre el teatro mesoamericano y sus elementos, cuya sobrevivencia puede advertirse en muchos espectáculos que se presentan actualmente, tanto en comunidades indígenas como mestizas, con motivo de diversas festividades religiosas, sociales y culturales.
El eje conceptual del drama universal, base del esquema antropológico, sociológico y religioso de mi estudio, es la triada mito-ritual-drama. Desde luego, no es posible determinar cronológica y estéticamente el salto del ritual al drama en el caso mesoamericano. Tal vez nunca se dio, en tanto que la carga ideológica y religiosa de las manifestaciones teatrales sigue siendo la misma, por lo que no es posible distinguir al actor que actúa en el drama teatral del feligrés que participa en el ritual religioso.
Para estudiar el drama mesoamericano, es necesario conocer sus elementos estéticos y las formas en que se fusionaban en los diversos tipos de representaciones escénicas.
La renovación del teatro mexicano actual, para que muestre sus raíces autóctonas, es posible a partir de la recuperación de sus mitos, leyendas y tradiciones, conjugándose en una fusión de elementos estéticos que revaloren las raíces culturales de México como pueblo plurilingüe. Esta es mi propuesta, que apoyo con la escritura de una obra teatral en tres actos, titulada La caída de Quetzalcóatl.
Heredero de dos tradiciones antiguas (grecolatina e indígena) y una enorme riqueza moderna, el teatro mexicano puede adquirir un nuevo rostro y un corazón más genuino, que sea fuente de orgullo para las nuevas generaciones de mexicanos (Fig. 7).
Figura 7. Visión comparativa de los orígenes del teatro mesoamericano y del griego.
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(*) Margarito Palacios Maldonado es Lic. en Ciencias Humanas por el Centro Universitario de Ciencias Humanas, hoy Universidad del Claustro de Sor Juana, donde se tituló con la tesis Esquema para un estudio del teatro mesoamericano y una obra teatral en tres actos: La caída de Quetzalcóatl, publicada en 2006. Poeta, escritor y editor. Labora en PEMEX. Fundó la escuela de escritores de SOGEM y la “José Gorostiza”. Es miembro de la sociedad de escritores "Letras Y Voces de Tabasco". Autor del libro de poesía Yo también hablo de mí (Pemex, 2010).